La trayectoria profesional de Paolo Gasparini está marcada por tres momentos vitales decisivos.  


Bajo el título "Campo de imágenes", la Fundación MAPFRE acoge en la Sala Recoletos una exposición dedicada al trabajo del fotógrafo italo-venezolano, cuya obra es una consecuencia directa de esas vivencias que el artista aún rememora. La primera vivencia que determinó su carrera profesional tuvo lugar cuando experimentó su primer contacto con la fotografía. Fue traumático, lo vivió en la niñez. 


Tras la Segunda Guerra Mundial, un coronel yugoslavo del ejército de Tito se alojó en su casa. Durante un paseo con él descubrió en un almacén abandonado un baúl con cientos de fotografías que inmortalizaban los horrores de la guerra. “‘Cuidado, son la documentación de una guerra’, me dijo. Tenía 11 años y eso me marcó para siempre; supe que mi vida giraría alrededor de las imágenes”, explica el fotógrafo. 





Algo que se confirmó cuando su hermano mayor, un arquitecto emigrado a Venezuela, le envió una Leica con la que comenzó a hacer sus primeras fotografías; otro momento decisivo para la obra del artista. Y más tarde, cuando con 20 años para evitar el servicio militar, emigró al país sudamericano comenzando a realizar fotografías por encargo. 


Ya en Sudamérica, Gasparini tuvo la última de sus revelaciones para dedicarse de lleno a la fotografía. En México, durante una misa en homenaje a 40 campesinos asesinados por unos paramilitares, quiso inmortalizar el ritual. La gente le miraba extrañada, hasta que una mujer se acercó para preguntarle por el motivo de tanta fotografía. “Usted sepa que aquí convivimos con los muertos. Haga usted buen uso de las fotografías”, le contestó ella a la respuesta del artista. 



Desde entonces, la cámara de Gasparini le ha acompañado para retratar de la mejor forma posible las tensiones y contradicciones culturales del continente sudamericano. Sus imágenes transmiten la dura realidad social a la que se enfrenta una región cuya autenticidad cultural es incuestionable, y en la que el pasado y las tradiciones locales confluyen con una modernidad torpemente impuesta.